A Lobo le gustaba vestir de rosa, jugar a las cocinitas y trepar a los árboles, pero el resto de niños se reían de él y su padre le enseñó a ser un lobo fuerte que no llora. A Súper-Verde le gustaba leer, disfrutaba de las pequeñas cosas de la vida, reía, saltaba, bailaba. Cuando se conocieron se enamoraron y Lobo, poco a poco, fue separando a Súper-Verde de sus amigas, de sus libros… y luego empezó a insultarla y finalmente a pegarle. Por suerte esta historia no tiene un final trágico, pero hay otras historias de mujeres reales que sí lo tienen.

Con personajes fácilmente reconocibles abordamos un tema complejo de forma sencilla pero efectiva.